10 abr 2007

HISTORIA DE AMOR...

Se encontraron hace muchos años, ahora se aman, pero no pueden convertirlo en realidad. Esta historia que voy a contarles comenzó hace muchos años, cuando una jovencita delgada, de largos cabellos ondulados se cruzó en la calle con un apuesto hombre vestido con un traje gris y un portafolios en la mano. Ella lo vio y pensó que era un hombre muy bello. A partir de allí, volvieron a encontrarse muchas veces en la vida. Circunstancialmente, se cruzaban en la calle, intercambiaban un saludo formal y breve, y cada uno seguía su camino. Por un tiempo, ella tuvo contacto comercial con la esposa de aquel bello señor. Después, quiso la vida que fueran vecinos. Durante varios años ella lo veía salir en su automóvil cada mañana, siempre a la misma hora, rumbo a su estudio de arquitecto. Entonces, él le dedicaba una mirada, una sonrisa, y se saludaban. Nunca hubo más que eso. Pero ella seguía pensando que era un bello hombre y, sin darse cuenta, iba ocupando cada vez más espacio en sus pensamientos. Hasta que se enteró que él acababa de quedarse viudo. Pero entonces, la mujer estaba casada y a punto de tener un hijo. Simplemente, había aceptado que su atracción por aquel vecino nunca pasaría de ser un amor imposible y ella debía continuar con su propia vida. Nació su hijo y con el tiempo, el hombre volvió a casarse. Ella lo supo, le dolió, pero aceptó que era parte de la vida. Poco después, volvió a mudarse. Por un tiempo dejó de verlo, pero luego sus caminos volvieron a cruzarse, cuando coincidieron en un acto escolar, donde concurría el hijo de ella. Hablaron, entonces, pero nunca estuvo segura si él recordaba de dónde se conocían. Así fue muchas veces más, coincidencias, encuentros y desencuentros, conversaciones amables y sonrisas de ambas partes, era como si los dos se sintieran felices de estar juntos, pero aceptaran que sus vidas discurrían por caminos diferentes. Hasta que nuevamente, el destino quiso hacerles una jugarreta. Y volvieron a encontrarse, en un escenario común, donde ambos hablaron públicamente, dieron a conocer sus pensamientos, y él supo que también, podía admirarla. Ella buscó nuevos encuentros. Se había divorciado, por entonces, y estaba sola y libre. Pero él continuaba casado. Se veían, porque ella hacía todo lo posible para forzar las coincidencias. Se detenían al encontrarse, porque ambos sentían que estos encuentros les daban felicidad. Una felicidad pequeña, efímera, volátil, pero felicidad al fin. El empezó a llamarla por teléfono casi a diario. Ella empezó a enviarle mails diariamente. El le contestaba con mensajes cifrados y poemas de amor, escritos por otros. Ella empezó a dormir poco, pensando en él. El comenzó a pensar que estaban yendo demasiado lejos, porque no podía ofrecerle nada, porque era demasiado noble para traicionar a su esposa y demasiado recto honesto como para abandonarla. Tal vez, su esposa lo amaba, todavía... Ahora, ambos continúan hablándose, escribiéndose, intercambiando mensajes donde el amor, la tristeza, los deseos ocultos siguen jugando a las escondidas entre palabras, metáforas y poemas robados de los grandes poetas del mundo. Ella escucha canciones de amor, y piensa en él. El siente que la ama, pero como ella respeta su decisión, expresada tácitamente, de no consumar ese amor, su amor se agranda, respaldado por la admiración, el aprecio de ella como ser humano, y le agradece constantemente por ser como es. Siente que ella es única, amada, una fascinación irrefrenable lo atrae y lo une a esta mujer. Pero ella siente que, como un velero solitario, su amor navega en un mar de desamparo, donde ni siquiera sabe si alguna vez llegará a una costa cálida y amiga donde dejar caer el ancla. ESE HOMBRE EXISTE... Y ESA MUJER TAMBIÉN. PERO NO LES PUEDO DECIR LOS NOMBRES...

1 comentario:

Anónimo dijo...

me parece que a él le faltan ..... media docena...