8 oct 2007

El festejo de Los Pumas ...

El rugby argentino desde sus principios se instauró como el estandarte del continente americano. A través de sus esforzadas proezas ante los poderosos seleccionados de Europa, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, nació la denominación de Los Pumas, tomando como símbolo el felino de color rojizo o leonado, que vive en las serranías y llanuras de su país. Ese felino fue creciendo y sumando experiencia en el tiempo, para cautivar con sus actuaciones el septiembre del Mundial 2007.
Comenzó venciendo a Francia, su organizador en el Stade de France, en el mismísimo París, y terminó el mes batiendo a Irlanda en el Parc Deis Prince, también en París, siendo el matador del Grupo D, considerado el Grupo de la Muerte. Así descalibraron el organigrama creado por los franceses, convencidos de ser primeros, de no abandonar nunca París y no encontrarse con los All Blacks hasta la final. Muchos me preguntan, ¿qué poseen estos pumas? Les respondo: "Un único cuerpo y el himno". Tienen distintas condiciones, pero una misma mentalidad. Una consigna grabada a fuego: uno para todos y todos para uno en procura de un idéntico fin. Un ejemplo en ese sentido, sucedió ante Francia, Ignacio Fernández Lobbe sufrió un golpe en la cabeza, a poco de iniciado el partido. Mareado, pretendió seguir en la cancha, Agustín Pichot, el capitán, se le acercó y le dijo: "Todos debemos estar al 100 por 100". Fernández Lobbe comprendió de inmediato y se abrazó con su reemplazante. Lo del himno tiene un significado muy especial. Los temibles All Blacks, el nombre dado al equipo nacional de Nueva Zelanda, interpretan antes de los encuentros el Haka, una danza guerrera Maorí, la cual se realiza gritando de manera amenazadora, acompañada de movimientos y pies, que tradicionalmente se realizaba antes de una batalla. Los Pumas cantan su Himno Nacional, uniendo sus cuerpos con los brazos apoyados en los hombros de sus compañeros, conformando una cadena de lazos indestructibles, compuesta por impactantes forzudos, casi carentes de pescuezos, apoyados en la musculaturas de esos anchos hombros. A esa imagen, suman las voces disonantes de su interpretación, la de los ojos cargados de lágrimas a punto de estallar o los rostros contraídos, producto del corazón latiendo a mil revoluciones. Ese es su grito de guerra, un canto de pura sinceridad en ese resoplido al sentir como si un nudo oprimiese la garganta, surge el llamado a la digna entrega sin límites de esfuerzos. Ese canto esconde sin número de historias y nostalgias, de profesionales capaces de jugar por viáticos de cien dólares diarios , manteniendo intacto el espíritu de su estructura amateur, la de los primeros pasos, la que les permitió progresar, mediante el esfuerzo y la perseverancia. El climax de las estrofas finales: "Coronados de gloria vivamos... ¡Oh juremos con gloria morir!", los transforman en gigantes, obligando a sus rivales a respetarlos, y conmoviendo hasta el más insensible. Hoy en la Argentina, un país sumido en la ignominia, donde las pasiones dividen ante la sordera de unos y otros, su población desea que todos fueran como Los Pumas, no sólo por la manera del cantar el himno o la entrega del campo, sino porque fuera de ella proceden con sensatez y ubicación, al expresar: "No somos los mejores. Queremos dar lo mejor de nosotros por el bien del rugby argentino". Para los notables de este deporte: " Argentina juega un rugby pasional". Para sus compatriotas, Los Pumas trasmiten un ejemplo de deporte y de vida.
Por eso, al verlos, a uno le da gusto ser argentino.

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